Capítulo 16 - Cuatro años más tarde.

Han pasado muchas cosas desde la última vez que os puse al día de mi vida. Volviendo al momento donde os dejé, os haré un breve resumen de los momentos más importantes de estos años.

Mi abuela se rompió la cadera en un accidente casero y tuvieron que operarla de urgencia. Todo salió a pedir de boca, pero la recuperación fue lenta y ella, tan independiente y autosuficiente hasta la fecha, no llevó muy bien tener que depender de alguien.

No dudé ni un segundo en ofrecerme voluntaria para quedarme en Windenburg el tiempo que hiciese falta. Mis padres no podían dejar sus trabajos y Bruno aún era un crío, así que aunque me costó un poco convencerlos, logré que me dejasen quedarme a vivir con ella.

Las primeras semanas fueron más difíciles, siempre estaba un poco enfurruñada y quería hacerlo todo sola, pero a la que se acostumbró a la nueva rutina, volvió a ser ella.

Las tortitas siguen siendo nuestro plato favorito, eso sí que no ha cambiado.

Ya sabéis que siempre he sido feliz por estos lugares y todo este tiempo ha sido exactamente eso, felicidad en estado puro. Alimentar a Gertru todas las mañanas, dar de comer a todas mis gallinitas y polluelos, recoger los huevos, ordeñar, sentarme a contemplarlos, pasear por el precioso bosque...

Medio año después, la abuela ya estaba mucho mejor y nos lo pasábamos bomba juntas.

Cualquier plan juntas era perfecto, pelis antiguas, tejer, cocinar, la repostería...

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Los dos años siguientes pasaron volando. Cumplí la mayoría de edad rodeada de todos mis seres queridos.

Brunito dejó su infancia para pasar a esa etapa tan dura de la vida... La adolescencia.

Aunque para ser sinceros, creo que la suya está siendo mucho más tranquila y sin altibajos que la mía. Sigue siendo un friki de los pies a la cabeza que se pasa el día metido en el mundo de los libros, los videojuegos y la robótica.

El pequeño de la familia también tuvo que soplar velitas.

Y por su cara y su sonrisa desdentada, ya podéis intuir que es mucho más trasto de lo que fuimos nosotros dos juntos.

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Mis padres por fin tuvieron su merecida boda. Esperaron a que la abuela estuviese en plena forma, dejase aparcada la silla de ruedas y pudiese darlo todo en la ceremonia.

La verdad es que pasamos algunos momentos un tanto bochornosos.

Pero ojalá algún día encuentre a alguien que me mire cómo ellos se miran.

Gracias a dios la ceremonia no se alargó mucho. En unos quince minutos, mis padres se habían convertido en un matrimonio oficial.

Estaban radiantes.

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El año en que me instalé con la abuela, me matriculé en un grado medio de auxiliar de enfermería. Siempre había pensado en estudiar bachillerato pero tenía tan clara mi vocación, que opté por centrarme ya en ella.

Adoré cada asignatura que tuve que estudiar. Si alguna vez tuve alguna duda, en ese año se disiparon todas. Tal cual acabé el curso, me matriculé del grado superior.

El primer año fue pan comido, pero en el segundo la cosa se complicó un poco y tocó dedicarle más horas al estudio.

En Windenburg, cualquier lugar es perfecto para concentrarte y estudiar.

¿Alguna vez habéis sentido que estáis en el camino correcto? En Oasis siempre estuve perdida, pero desde que me mudé, siempre he sentido que cada paso que daba era hacia la dirección correcta.

Logré acabar el grado superior con matrícula de honor y pude matricularme en la Universidad de Medicina de Windenburg. Me convalidaron casi la mitad de asignaturas, así que en dos años y medio, si todo va bien, lograré tener mi título en medicina.

Pero la mejor noticia de todas es que tal cual acabé el grado ¡Encontré trabajo!

No es un trabajo fácil, me costó acostumbrarme al miedo de los pacientes, pero poco a poco consigo sobrellevarlo algo mejor.

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Y para finalizar la puesta al día... ¿Os acordáis de la casita en la que siempre soñaba vivir? Pues hace dos meses la señora Warren se marchó a vivir con sus hijos y la pusieron en alquiler. En cuanto me enteré corrí a contárselo a la abuela. En un primer momento dudé en si mudarme o no, era muy feliz viviendo con ella, pero tal y como argumentó, en algún momento tendría que independizarme y qué mejor que hacerlo siendo su vecina.

Esa misma tarde fuimos a ver la casa por dentro y di la fianza para alquilarla. Con los ahorros de estos meses de trabajo, la amueblé a mi gusto e hizo alguna que otra reforma.

Toda mi vida se ha convertido en un camino de flores y rosas, me siento ahora mismo en la cima del Everest, así que de vez en cuando me surge la misma pregunta...¿Cuándo me tocará descender?