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Y por fin llegó el día del seminario, ¡tenía tantas ganas! Se celebra en Del Sol Valley y me hospedo un par de días en uno de los magníficos hoteles de la zona alta, estoy alucinada.

Esa voz…

NO-PUEDE-SER.

Lo de los encuentros con este chico empieza a parecerme inquietante, o es cosa del destino o me acosa silenciosamente.


 

Antes de la conferencia he pasado por la habitación a dejar el equipaje, me he cambiado de ropa y me he maquillado un poquito. Quiero dar buena impresión.

Me he encontrado a Gerald en la entrada del aula y por no ser descortés me he sentado a su lado. Sé que soy algo melodramática con toda esta historia pero es que estar cerca de él me hace sentir incómoda, siempre hay tensión, ni trabajando juntos turnos de doce horas logro acostumbrarme a su presencia.

Soy muy consciente de que no le pongo las cosas fáciles, veo sus intentos de acercarse a mí pero hay algo que me impide bajar la barrera.

¿QUÉ?

No me puedo creer lo que estoy viviendo. Juro que cuando me informé sobre el seminario él no constaba por ningún lado.

He estado a un microsegundo de levantarme y aplaudir como una loca, menos mal que he logrado contenerme y me he dedicado a hacerlo como toda una profesional.

El seminario se ha alargado más de cinco horas con tres ponentes distintos. Al finalizar, he coincidido con Gerald en el ascensor, da la casualidad que nuestras habitaciones son paralelas, no podía ser de otra manera.

Al entrar en la habitación y quitarme los tacones, me doy cuenta de lo realmente cansada que estoy, si quiero disfrutar de la cena y la posterior fiesta, necesito dormir mínimo un par de horas.

 

A las ocho en punto estoy lista para el siguiente acontecimiento. Gerald me ha llamado a la habitación para informarme que salía de su cuarto y me esperaba en el pasillo. Voy a hacer un verdadero esfuerzo por dejar los prejuicios a un lado de una vez por todas y ver si logramos pasar una buena velada.

Y con esas dos simples palabras saliendo de su boca, siento que el muro que nos separaba acaba de resquebrajarse entero.


 

Reconozco a buena parte de los que están cenando, eran asistentes del seminario, parece que hemos invadido el hotel al completo.

Al sentarnos, la cosa vuelve a estar algo tensa, supongo que mi frialdad todo este tiempo no ayuda demasiado, pero no tengo ni idea de cómo arreglar la situación.

Llevaba mucho tiempo esperando este viaje y no quiero que su presencia me fastidie un fin de semana que pintaba de diez.

Gracias a dios, el vino rompe el hielo y la conversación empieza a fluir sin silencios incómodos. Gerald parece ser un apasionado de la medicina, por lo visto siempre había tenido muy claro a qué quería dedicarse. Me cuesta admitir que es todo un pozo de sabiduría, podría pasarme horas escuchándolo.

Lo observo mientras se aleja y me doy cuenta que llevo un buen rato sin respirar. Tengo el aire atrapado en mis pulmones y antes de darle un nuevo trago al vino, me veo obligada a expirar bruscamente hasta quedarme vacía.

Y de repente, esa sonrisa de medio lado, hace que se me encoja el estómago y vuelva a retener todo el aire dentro de mí.

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